Una de las maravillas que trajo la economía moderna es la garantía. Si algo no te sirve, o no funciona, o está dañado, se te devuelve el dinero, o te cambian la mercancía. Esas garantías te alivian la conciencia al comprar un regalo, o cuando compras con prisa, sin medirte bien la ropa, sabes que siempre las puedes devolver o cambiar. Pero la idea, creo yo, se puede aprovechar para otros renglones de la realidad. Por ejemplo, en vez de un divorcio, una devolución. Te casas, a los pocos meses descubres que no sabe cocinar, o que no se baña todos los días, en vez de divorciarte, que destruye la idea de la Familia, lo/la devuelves. “Don Ñemo, lo siento pero ese hijo suyo no sirve. No recoge sus medias, deja los calzoncillos en el piso del baño, y ronca como un condenao. Yo vine a buscar un marido y no un problema. Así que aquí te dejo ese muchacho.” “Bueno m’ija. Está bien. Déjalo en el cuarto, donde lo cogiste, y mira a ver si te gusta el hermano, que es un poquito mas trabajador.” Si e...