Los
partidos políticos y sus lideratos han sustituido la buena gobernanza por la
persecución de un estatus. ¡Todos! Fundamentarse en su ideología partidista reduce
su función social a la de ganar elecciones abandonando la responsabilidad de
adelantar la condición de vida de los que vivimos en la Isla. El resultado ha
sido una deuda descomunal, por largo tiempo aprobada y estimulada por los
partidos. El espejismo de un estado libre y asociado se ha desvanecido pero la
realidad de la propuesta estadista se detiene en los slogans publicitarios.
Como si la bienandanza económica y el buen gobierno se infunden mágicamente con
la estadidad. Sin ánimo de criticar esa gran nación, pero nos debemos preguntar
¿porque el boricua que vive en EEUU es más nacionalista que él que vive aquí?
Pretender caracterizar como un malgasto de dinero una
investigación/auditoria sobre los $72 mil millones esfumados a la vez que se empeñan
en gastar más millones en un innecesario Plebiscito V, nos obliga a preguntar ¿Dónde
está ubicado el verdadero interés de estos políticos? Cualquier político que
pretenda que una definición de estatus para implementarse en un futuro
imaginario es más importante que encontrar los causantes del descalabro económico
no solo es irresponsable y embaucador, es también cómplice de los que hicieron
posible el trastoque de los $72 mil millones.
Segunda Razón
La segunda razón por lo que Puerto Rico no va a ser
estado es económica. EE UU es un país capitalista, libre empresa, que idolatra
el dinero. Respalda al empresario, motiva la productividad y abraza la
adquisición de bienes. Su actitud hacia el dinero y la consecuencia económica
que trae esa actitud es el desprecio por los pobres y marginados. Es a
regañadientes que los congresos de EE UU aprueban programas sociales paliativos
que en verdad no resuelven nada, solo posponen. Las instituciones de poder
insisten en que el pobre es pobre porque quiere serlo. Por vago. Por eso no
sienten obligación de ayudarlos, ni repartirles del dinero que con el ‘sudor de
su frente’ se ganaron los más ricos.
¿Qué tiene eso que ver? Pues, que Puerto Rico es un país
de gente pobre. Claro, los políticos emburujan el asunto haciendo las
comparaciones con otros países latinoamericanos y caribeños. No se atreven
hacer la comparación con el estado donde una familia de cuatro con ingresos de
$40 mil al año son considerados pobres. En nuestra Isla la familia con ingresos
como esos puede mandar los hijos a escuela privada. El ingreso promedio en
Puerto Rico es menos de la mitad del ingreso promedio del estado más pobre y
por ley federal más de la mitad de
nuestra población tendría derecho a recibir algún tipo de asistencia federal.
¿En qué mente cabe que un gobierno, cualquiera - lejos o
cerca - le interese incorporar casi dos millones de personas pobres a
sus arcas de beneficencias? Cuando además, esos dos millones de gente pobre
cargan con ellos una economía devastada y un crecimiento poblacional negativo,
lo que achica la base contributiva del estado. O sea, que los que van a pagar ‘income
tax’ federal son cada vez menos.
Aceptarnos, ya sea, como un nuevo arrondissment de Paris, incorporarnos como una provincia de España
o la misma otorgación de una estadidad federada, sería un disparate político y
financiero para la nación que nos recoja. El potencial económico que prometía
la Isla ya fue despilfarrado por las continuas reversas en estrategias
económicas y la dadiva desmedida de nuestros políticos afanados en ganar votos.
Ya no nos queda nada que ofrecer a favor de una estadidad federada.
Somos y seguiremos siendo nuestro propio impedimento para
la estadidad. Miente el que dice lo contrario. Pero aún hay más.
(Publicado en La
Terapia de Pepe Orraca en el 2013; revisado en febrero 2017.)
Comments