Nunca había pensado que ver la televisión fuera una
experiencia, de la forma en que se habla de la experiencia de ir al cine. Hasta
ahora, que me veo obligado a tomar una decisión monumental. ¿Corto el cable y
boto la cajita? ¿Para acogernos a los tiempos modernos con Netflix y Amazon,
VOD, DOD, Youtube, Video Streaming, etc., y economizar en gastos? O ¿sigo amarrado al
cable con los 500 canales dónde nunca hay nada que ver?
Los argumentos son obvios. El cable/satélite provee un
sin fin de canales y eventos, mientras el ‘streaming’ provee un sin fin de temas
instantáneamente disponibles. Después de leer sobre las posibles configuraciones
que incluye antenas exteriores, grabadora de video programables, internet, proveedores, y etc., tuve que aceptar que en realidad el cable/satélite se puede eliminar sin
una pérdida mayor. Lo que inmediatamente me puso a pensar en esa pérdida, por
menor que sea.
Encontré lo que ya sé vamos a perder. La experiencia de mirar la televisión. Aquello de llegar a
la casa, encender la tele para mirar a ver que están dando pierde sentido. Dejar
la tele encendida, como dama de compañía, mientras haces otras tareas también
se pierde si vamos a ver lo que escojamos, no lo que haya. Quedarte viendo programas
que no te interesan, porque no hay otra cosa que ver, también desparece al tener
control sobre el contenido que se transmite. Aquel cajón ya no es idiota. Hasta
puede conversar.
Me resulta interesante que comenzada esa transición con
la adquisición del Roku y la subscripción a Amazon Prime y Netflix, me
encuentro tropezando con lo más simple, como no entender como programar el televisor
‘inteligente’ para ver los canales que captura la antena. Por ahora le eché la
culpa al control remoto. Pero sospecho que realmente es que no quiero soltar
aquello de mi niñez, de encender el televisor por la mañana, a ‘ver que están
dando’ y dejarlo el día encendido hasta que aparezca algo que me interesara
atender.
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