La más reciente cantinflada de nuestro gobierno en
bancarrota es con el Tren Urbano. No hay dinero para pagar el contrato de
operaciones y la solución que proponen es subirle el precio al boleto y reducir
el horario de servicio. ¡¿Qué?! Parece que el oficial de gobierno responsable
por el contrato sigue la política del gobernador de destruir o mutilar lo que
tenemos con el afán de supuestamente salvarlo.
Quién recuerde la historia del Tren Urbano sabe que es
una de desaciertos, sobregiros y una deslumbrante incapacidad de gobierno. ¿Recuerdan
el ATI? La Autoridad de Transportación Integrado. Desde el día 1, las
predicciones de uso fueron todas equivocadas. La gente no fue corriendo a
disfrutar la novedad del tren. Operaba cada 7 minutos a un 30% o menos de
capacidad. Recurrieron a rebajar el precio del pasaje a la mitad y se duplicó
el número de pasajeros, si no las ganancias. A ese precio me hice fiel usuario
del tren. Hasta que descubrí que avanzaba más en llegar a Rio Piedras tomando
la M-1. La parada me dejaba más cerca a donde iba y me costaba 25 centavos
menos.
Duplicar el precio del pasaje asegura una merma de
usuarios y una merma en usuarios significa una merma en ingresos. Mientras más se
suba los precios menos gente va a usar el aparato. Y si a eso se le añade una
espera de 15 a 20 minutos entre trenes junto a una reducción del horario de
servicio podemos repicar las campanas en duelo y despedirnos del único sistema moderno
de transportación pública que tenemos. Igual que el tren que había en Aguirre, van
a convertir al Tren Urbano en una curiosidad folclórica para la diversión y entretenimiento
de toda la familia.
Se me ocurre que si vendimos nuestro aeropuerto para el beneficio de ‘todos’, quizás la
mejor solución es venderle el tren al mejor postor. Se vendió la telefónica y
mira cuantos celulares tenemos ahora.
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