Mientras más lo pienso más me gusta la idea. Pero, como
me resulta demasiado fácil imaginar travesuras me parece que, para beneficio de
la gente seria, debo explicar mejor el Voto Negativo. La idea es aprovechar las
mismas herramientas democráticas que eligen políticos, para protestar
masiva y significativamente contra los políticos corruptos.
El Voto Negativo es una manera de cumplir con la
obligación social/política de ir a votar; y aprovechar esa misma herramienta
irrefutable para decirles a los políticos de turno, que estamos hartos de que
se estén aprovechando de nosotros. Es también una forma innegable de advertirle
a la Junta, a los buitres y a los vampiros, que los ciudadanos que habitamos
esta tierra no vamos a aceptar esta intromisión colonial en nuestros asuntos.
Como expliqué en el ‘posting’ anterior, el Voto Negativo
consiste en ‘dañar’ sólo una de
las papeletas, para conseguir que ese voto por esos puestos electivos se
invalide. Esto obliga, entonces, a que los colegios contabilicen esos votos
recusados. Si los electores votan apropiadamente por los candidatos a
gobernador y alcalde de su partido favorito, aseguran la sobrevivencia de su
estandarte con la posible posesión y usufructo del aparato gubernamental (el
guiso); y a la vez, el gobierno como tal, con todos los jefes ejecutivos en sus puestos, va a poder seguir funcionando sin crear una crisis que empeore más la
cosa.
¿Cómo se daña la papeleta? Simple. Votando. Haciendo una
marca por todos y cada uno de los candidatos de cada partido que aparecen en la
papeleta que se desea recusar. Las nuevas computadoras van a leer esas papeletas
como ‘error 330’ y rechazarlas. De ahí pasan a los oficiales del colegio que,
juntos a sus jefes políticos, van a tener que decidir qué hacer con cientos de
miles de votos que no se pueden adjudicar, ni descartar, por ser ‘defectuosos’.
Con el Voto Negativo contra de la rama legislativa: se
cumple con la obligación ciudadana y partidista de votar por su candidato
favorito; se logra desestabilizar la rama legislativa, quizás lo suficiente
como para empujarla a coger vergüenza; y la gente (el pueblo) consigue lucir su
mollero público y su capacidad organizativa.
Algo a que los buitres y vampiros le tienen terror.
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