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Realineamiento

Cada cuatrienio, con los cambios en política pública – especialmente en cuanto a asuntos culturales – me veo obligado a repensar como describo lo que yo hago. Decir que mi objetivo de vida es hacer nada y después cobrar por… ¿hacerlo?... no cae muy bien entre alguna gente. No es que para mí sea un problema, sé de muchísimos reyes y príncipes que les pagan por lo mismo. Es tener que explicar que uno no es político, que no le importa la política, que desprecias a la mayoría de los políticos y te avergüenzas de los otros... Eso es lo que se me dificulta del ciclo.

Me imagino que esto le está sucediendo a todo el que de una u otra forma depende de la política pública regente para su sustento o su proyecto. Es algo como:

POLÍTICO DE TURNO: ¿Cómo está Juan, en que puedo servirle?

JUAN DEL PUEBLO: Es que tengo un proyectito de echarle asfalto al camino por allí por casa, que se quedó aquí pendiente a ver qué…

POLÍTICO DE TURNO: ¿Adiós? Pero Juan ¿tú no eres del (partido contrario)…?

Irrespectivo a lo que responda Juan, tienes que hacer tu homework para que te ilustres a levantar el puño en solidaridad sólo con algunas ideas y alguna gente; y la mano al corazón con otras.

Yo me encuentro en la guardarraya entre anarquista y ácrata. ¿Cómo se le explica eso a un legislador recién electo?

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