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¿Donde está el recibo?

Una de las maravillas que trajo la economía moderna es la garantía. Si algo no te sirve, o no funciona, o está dañado, se te devuelve el dinero, o te cambian la mercancía. Esas garantías te alivian la conciencia al comprar un regalo, o cuando compras con prisa, sin medirte bien la ropa, sabes que siempre las puedes devolver o cambiar.

Pero la idea, creo yo, se puede aprovechar para otros renglones de la realidad. Por ejemplo, en vez de un divorcio, una devolución. Te casas, a los pocos meses descubres que no sabe cocinar, o que no se baña todos los días, en vez de divorciarte, que destruye la idea de la Familia, lo/la devuelves.

“Don Ñemo, lo siento pero ese hijo suyo no sirve. No recoge sus medias, deja los calzoncillos en el piso del baño, y ronca como un condenao. Yo vine a buscar un marido y no un problema. Así que aquí te dejo ese muchacho.”

“Bueno m’ija. Está bien. Déjalo en el cuarto, donde lo cogiste, y mira a ver si te gusta el hermano, que es un poquito mas trabajador.”

Si en la política fuera así, no tuviéramos problema alguno con nuestros astutos lideres. “¿No te funcionó el Alcalde? No hay problema, tráelo y te doy otro, a ver si te funciona mejor.” Eso sería un partido político con garantía.

Y con garantías como esta el universo sería feliz.

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