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El ‘blower’ y no de pote

El otoño es una de las temporadas más hermosas en las regiones septentrionales. Las hojas ya maduras caen de los árboles formando una alfombra repleta de matices, pues ‘otoñales’, por supuesto. Si vives en el suburbio y disfrutas de un gran patio, podrás recrearte con el otoño que te deja el patio cubierto de hojas secas, marrones y quebradizas. Si alguna vez has tratado de recoger las hojas con rastrillo, descubres de inmediato porque se inventó el ‘blower’. El rastrillo se encaja entre las raíces de la hierba seca, desmorona las hojas más frágiles, y en resumen da más trabajo el rastrillo que lo que resuelve. El ‘blower’ sopla con fuerza arrinconando las hojas un una sola pila, fácil y cómodo para deshacerse de ellas.

Pues, ahora, tengo todas las mañanas, un empleado del gobierno, cargando un ‘blower’ soplando la basura, y empujando algunas hojas por alrededor de las plaza. El ruido ensordecedor me obligó a seguirle la pista al individuo para descifrar el propósito u objetivo de soplar de aquí a allá la basura de la Capital. Aunque de inicio me pareció inútil el esfuerzo, a las semanas descubro que sí tiene un propósito (además de conseguir que me levante temprano). Tiene un ayudante que lo sigue, recogiendo con escoba lo que el ‘blower’ se le queda. Es como el perro que persigue su rabo. El ‘blower’ riega más de lo que ordena, y él de atrás siempre tiene algo que recoger. Hasta que al fin, como a la hora, ya no queda basura por soplar, ni por recoger.

Lo bueno es que dos personas pueden hacer el trabajo de una (beneficio social), lo malo es que ya para las siete están trabajando.

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