Sabemos
que la Junta de Planificación no planifica nada, que la Oficina de Protección
Ambiental no protege a nadie, que la Oficina de Gerencia de Permisos reparte los
permisos como si fueran a pasar de moda y que el Instituto de Cultura… bueno,
mejor ni hablar del Instituto de Cultura. Si alguien no está de acuerdo conmigo,
a continuación detallo la evidencia.
Un
desarrollador compró una finca de 120 cuerdas clasificada como terreno agrícola
de primera, con áreas pantanosas e inundables, perfecto para la siembra. Y el
desarrollador, alegando que allí no se sembraba, que solo se ponía a pastar
ganado y la caña que por tiempo se cosecho allí tuvo que haber dañado el
terreno, por tanto, concluyó él, se tiene que reclasificar el terreno como uno
comercial y otorgarle los permisos para construir un nuevo centro comercial con
espacio para 3,000 automóviles. ¡Como si el área noreste de la Isla necesitara
otro centro comercial!
Y a
pesar de que el Departamento de Agricultura hace claro que el terreno es apto y
debe continuar siendo terreno agrícola; y que el DRNA indica que esa mole de
cemento no cumple con los reglamentos y va a alterar negativamente el ambiente y
la calidad del aire de la zona; y que la casa-museo Jesús T. Piñero, designada
como sitio histórico, va a quedar arropada y estrangulada con la construcción;
y que los arquitectos consultados añaden que es un horror en todos los sentidos
poner ese aparato en ese lugar, la oficina de permisos está por darle el visto
bueno.
Aparentemente
para la OGP el cemento es sinónimo con el
progreso. El municipio de Canóvanas abandona su plan turístico-cultural
para aprovecharse de unos posibles empleos y futuras patentes municipales y el
ICP está dispuesto a canjear la importancia histórica de la casa-museo Jesús T.
Piñero con tal de conseguir que le amplíen el espacio de estacionamiento en el
museo. No embarde hay tanto edificio feo, caro y vacio en esta Isla.
Pero
lo que más preocupa es, ¿qué se hará el Chupacabra si en vez de campo lo que
encuentra es cemento?
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