Quiero disculparme por la sugerencia que publiqué ayer recomendando que ignoráramos al Presidente Obama con el objetivo de impresionarlo. La realidad es que fue él quien nos ignoró. Llegó, cumplió con el protocolo, se almorzó una media noche y un par de croquetas, recogió su chequecito y se fue volando. Dejando tanto a los que lo aplaudían como a los que protestaba con la mano extendida. ¿Habrán develado la estatua conmemorativa de esta visita? ¿O la guardarán en el sótano del capitolio hasta la próxima administración?
Lo que importa es que no importamos.
Lo que importa es que no importamos.
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