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Guelcom Mistel President

Los preparativos para la visita del Presidente Obama, me recuerda los preparativos para la Fiesta de San Sebastián. Una gran tarima en la Plaza del Quinto Centenario y kioscos de artesanos en los alrededores. La policía patrullando para asegurase que las calles estén vacías de autos estacionados y las aceras y plazas lavadas con manguera de presión. Solo faltan las fritangas. Aquellos kioscos que montan para vender bacalaítos, pastelillos, alcapurrias y otros alimentos fritos que según un antiguo líder político representan nuestra cultura.

En esta ocasión dijeron que todo esto es un preámbulo al mes del artesano, celebrado en julio de cada año. Es interesante la excusa para formar el alboroto, porque no existe preámbulo para ninguna otra conmemoración calendaría. Y una feria de artesanía de lunes a viernes es como formar una fiesta un martes. No va nadie. Pero ese no es el asunto. Cada cual celebra como mejor le parezca.

Está anunciado que se van a reunir, vestidos de blanco, presumo que correligionarios del partido en el poder, para con banderas en mano saludar al Presidente según pase frente al Capitolio. No puedo adivinar cuantos se presentarán pero sospecho que todo el que quiere mantener su empleo en el gobierno hará el esfuerzo de ponerse su ropita blanca, dar cara en el Capitolio y menear las banderas con el mayor entusiasmo. Una imagen que me hace recordar una carta que un soldado americano le escribe a su familia cuando la invasión del 1898.

El describe que al entrar con su batallón al pueblo de Juana Díaz fueron recibidos con vítores y aplausos. Las aceras llenas de gente revoloteando la bandera de los Estados Unidos. Él le comenta a sus padres que la impresión que tuvo de aquella festividad, fue que si en vez de soldados americanos hubieran sido españoles los hubieran recibido con el mismo entusiasmo, solo que con la bandera de España.

Me parece a mí que si realmente se le quiera dar una fuerte impresión al Presidente Obama, lo más efectivo sería lo contrario. Seguir con la vida sanjuanera como normalmente es y que nadie le preste atención. Como a cualquier hijo de vecino o turista de crucero.

Digo, me parece.

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