Hay un oficio o profesión que se mira con los ojos de la sospecha: los Abogados.
Es parte de nuestra tradición cultural ver a los Abogados como tramposos. Se educan por siete años y aprenden a interpretar la ley a favor del cliente que los contrata. Lo que hace parecer que toman ventaja del que no tiene abogado, o del que tiene un abogado que se colgó en la revalida siete veces antes de obtener su licencia.
Lo que me lleva a los Médicos, que también estudian siete años, y tienen que pasar revalida. ¡Ah! Y que juran un juramento de servir a la humanidad, o nunca hacerle daño a nadie, o algo así de hipócrita. (Cosa que nunca tienen que jurar los abogados.) El que una secretaria con tijeras y pega pudiera hacer trampa con los resultados de la revalida para buscarse un dinerito, no me sorprende, en cualquier maya puede haber un ratón. Pero que un Presidente de la Junta Examinadora pueda trampear los resultados de una docena de revalidas por hacerle un favor a un amiguito, sin importarle la consecuencia, es criminal.
Van por 138 los médicos fatulos. ¡Y los que faltan!
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Es parte de nuestra tradición cultural ver a los Abogados como tramposos. Se educan por siete años y aprenden a interpretar la ley a favor del cliente que los contrata. Lo que hace parecer que toman ventaja del que no tiene abogado, o del que tiene un abogado que se colgó en la revalida siete veces antes de obtener su licencia.
Lo que me lleva a los Médicos, que también estudian siete años, y tienen que pasar revalida. ¡Ah! Y que juran un juramento de servir a la humanidad, o nunca hacerle daño a nadie, o algo así de hipócrita. (Cosa que nunca tienen que jurar los abogados.) El que una secretaria con tijeras y pega pudiera hacer trampa con los resultados de la revalida para buscarse un dinerito, no me sorprende, en cualquier maya puede haber un ratón. Pero que un Presidente de la Junta Examinadora pueda trampear los resultados de una docena de revalidas por hacerle un favor a un amiguito, sin importarle la consecuencia, es criminal.
Van por 138 los médicos fatulos. ¡Y los que faltan!
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