Lo primero que hace falta entender es que la
independencia se declara. No se negocia, no se solicita, ni se reclama. ¡Se
hace una declaración de la independencia! De forma que el problema sea del
colonizador no del independizado. Si la metrópolis no responde a esa
declaración, entonces ¡ya! ¡Somos independientes! Una pena que no fuera tan
fácil. Es entendible porque nadie quiere perder lo que tiene.
Lo usual es que el colonizador interpreta esa declaración
como una declaración de guerra. Invade al pretendiente de país, destruye todo
lo que puede para intimidar al ciudadano y hacer parecer que el villano es la
independencia; que si no se hubiera declarado no hubiese sido necesario la
matanza y destrucción anti revolucionario. En esa lucha militar a veces ganan
lo revueltos y el territorio se hace independiente.
A fin de cuentas, el primer paso para adquirir la
independencia es declararla. Una misiva formal dirigida a la nación
colonizadora con copia a todos los que le pueda interesar. Mientras esperamos
la respuesta, adelantamos las relaciones con los países que puedan apoyarnos.
España, Francia, Irlanda, los países nórdicos, México, Colombia, Brasil, Japón
y la China, entre otros, les daría mucho gusto meterle un dedo en los ojos a
los EEUU apoyando nuestra independencia.
La posibilidad de ser invadido por el ejército americano
como hicieron en Granada y la República Dominicana es posible, pero no muy probable.
Aquella época en que las agencias gubernamentales podían mantener un secreto y/o
salir con las suyas ya no existe. Me atrevo a descartar una invasión militar
como una fantasía prehistórica. ¿Qué les queda? Castigarnos. Nada más. ¿Cuál
sería el castigo? Realmente, les queda muy poco en el arsenal político. Su
poderío es económico. Y por ahí es que nos van a tratar de manotear con mentiras
que metan miedo. Pero, son las mismas mentiras que vienen embutiendo en la
mente del elector de por décadas.
¡El país se va a la bancarrota! Eso ya lo lograron
nuestros políticos. ¡Nos van a quitar la ciudadanía! Otra amenaza vacía. Lo que
se da no se quita, así lo dice la constitución de ellos mismos. Nadie nos puede
quitar la que tenemos. Aunque lo anuncien ¿qué importa? La realidad es que la
astucia boricua, va a descubrir que quien así lo desee puede viajar a EEUU, con
la ciudadanía ya otorgada, para tener los hijos allá y automáticamente hacerlos
ciudadanos americanos. Y así sucesivamente.
O sea, aunque legalmente puedan restringir la otorgación
de la ciudadanía, de facto, vamos a poder poseer la ciudadanía norteamericana
por el tiempo que nos venga en gana. No importa lo que legislen los
congresistas federales. Además, somos todos legalmente ciudadanos
puertorriqueños. Así lo declaró la corte federal.
¿Qué les queda? El tradicional embargo y bloqueo
marítimo. Efectivo en la incipiente república de Haití del 1800, efectivo en la
Cuba de los ’60 cuando el miedo al comunismo superaba la razón. ¿Pero en estos
tiempos modernos? ¿Con 5 millones de puertorriqueños viviendo dentro de sus
fronteras con voz y voto? ¿Con cuatro congresistas de origen boricua? ¿Con 40
millones de latinos residentes allá, que se van a identificar con nuestro sufrimiento
no el del gobierno colonizador? ¡No way,
José! En fin, no hay embargo o bloqueo que valga.
En resumen, no nos pueden quitar el dinero que no
tenemos, no nos pueden invadir militarmente como le hicieron a ellos los
ingleses, no hay bloqueo económico que se sostenga y si nos quitan la
ciudadanía, no importa.
O sea, que en verdad, estamos a sólo una carta formal
para ser una nación independiente. Ahora solo falta la voluntad para firmarla.
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