Ya
no puede existir duda alguna sobre el calentamiento global. La evidencia ha
llegado ya a nuestras playas, al campo y a la ciudad también. Apenas estamos
en la primavera que los árboles se están deshojando y los frutos
madurando. Se están goteando las
manzanas podridas y todavía no ha llegado el verano. Nuestros astutos
gobernantes han puesto a los zorros a cuidar las gallinas. A la policía a hacer
trampa y a los candidatos a puestos políticos a devorarse unos a los otros en
plaza pública.
Recuerdo
haber leído en alguna parte que se predica con el ejemplo. O como decía mi
mamá: ‘están predicando la moral en calzoncillos’. Si el ejemplo que contempla
nuestra juventud es lo que estamos viendo a diario: legisladores tramposos,
abusadores e inmorales lucrándose a manos llenas; jefes de agencia incapaces,
pero muy listos cuando se trata de su propio beneficio; alcaldes que
literalmente roban, que han llegado a corromper la misma policía que dirigen
para su propia ventaja política; donde los que velan a los criminales son más
pillos que los mismos pillos. ¿Qué se puede esperar, que no sea una juventud irrespetuosa
y violenta?
Pero
el más astuto y preeminente de los líderes, pidió silencio. Que nadie diga nada
sobre nada. Que el silencio ayuda a que la gente se olvide.
Decía
mi mamá: ¡Y qué boba yo!
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