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Tanta vanidad, tanta hipocresía

Tengo la impresión que con la vejez las epifanías se dan más a menudo. Más corridito quiero decir. Y esta última epifanía me deja sumamente preocupado. No es una profecía. En las profecías se hace una predicción de algún evento futuro, con la ventaja que el tiempo comprueba o rechaza la profecía. Las profecías son prácticamente científicas. Pueden ser comprobadas. Las epifanías son diferentes. No hay predicción. Lo que hay es convencimiento. Y ese convencimiento es interno. Solo lo entiende el ‘epifanado’. (Voy a tener que inventar algunas palabras porque las que tengo a mano no explican bien lo que quiero decir.)

La evidencia en que sostengo esa epifanía fue el debate de ayer. El de los gobernadores que se sometieron a las bien leídas preguntas que escribieron otros. Tan idiotizado fue el evento que nadie se puso corbata. Y ninguno contestó las preguntas que le hicieron.

El asunto es el siguiente. La educación pública en la Isla nos está asegurando una generación de boricuas incultos, en el mejor de los casos o simplemente analfabetas prácticos. Jóvenes bien vestidos, al día con todo lo de la moda. Con cabezas vacías pero mucha brillantina. Mucha información pero poco conocimiento.

Espero que al sustituir la Prensa por el Pitiyanki se haya logrado el ‘rating’ que podría justificar la tergiversación tan extraordinaria de lo que es un debate político. De dos debates dos ceros. Me imagino que el próximo tiene que ser mejor que los anteriores porque no puedo creer posible hacer algo más peor que los previos.

De la epifanía hablamos después.

¡Apúntame en la Quinta!

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