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Mamounia

Me llamó la atención el titular del artículo publicado en un periódico local, en inglés. A primera vista me pareció un trabalenguas o un nuevo lugar en el internet dónde empatarte con la misma gente que te empatas en este previo lugar donde te empatabas antes. Claro, tuve que volver a fijarme. El tal Mamounia es un hotel, de primera dice el periódico, en Marrakech. Marrakech le aportó a mi curiosidad, dado a que un gran amigo piensa pasar la navidad en Marrakech. Un absurdo, como le dije, ya que en Marrakech no hay navidad. Marruecos, donde se ubica Marrakech, es un país Islámico. No hay Merry Christmas, ni Santa Clos. ¿A qué diantre quiere uno pasar la navidad en un sitio donde no hay navidad, ni creen en ella? No hay ni lechón, para que lo sepas.

Pero ese no es el tema. Resulta que el Hotel La Mamounia, un antiguo hotel enclavado en los jardines creados por el príncipe Mamounia (siglo 18), que ha sido renovado durante los últimos tres años a un costo de $176 millones, vuelve a abrir sus puertas a su tradicional clientela de millonarios europeos (y alguna gente de América también). Tiene un Spa de 26,000 pies cuadrados, cuatro empleados de servicio para cada habitación y Villas con piscinas privadas empezando en $10,000 la noche. La habitación estándar se va por solo $841.00.

Una ganga.

Y eso me recordó la Ceiba del Caribe, o como se llame. Donde los pobres van a poder ver como disfrutan los ricos. Y ahí fue que me di cuenta. Aquel que dijo c’est la vie en inglés, no hablaba de los ceibeños, sino de él mismo. Me imagino que se recordaba al Hotel La Mamounia, cuando lo vio como parte de una gira turística y se maravilló de cómo vivían los ricos. Se sentiría cómo crápula al tener que detener su recorrido por los jardines del hotel para dejar pasar adelante una pareja de suecos, jóvenes, blancos, hermosos, y mayormente ricos.

No hay bien que por mal no venga. Te lo digo yo que lo vengo estudiando.

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